🏃 ULTRA ramoneando

[Me dijeron zurdo con iPhone y escribí esta nota para los amigos de @PoneleWeb](https://twitter.com/Volquetero/status/988528758759022593)

23 de abril 2018

¡Y nosotros que los queremos tanto! Contaminación, evasión fiscal y crueldad durante el período de gestación de los productos Apple

Los productos de Apple son el ejemplo más citado cuando en las ciencias de la investigación de mercado se habla del concepto de “aspiracionalidad”. Una marca que logro adueñarse y hasta construir, casi como ninguna otra, la utopía de una relación natural y fluida la tecnología. La idea de la “intuitividad” es, quizás, el concepto mejor brandeado por la empresa de Cupertino, California. Hay algo vinculado a la maleabilidad y a la durabilidad de los productos Apple que consigue que sean muy pocos los usuarios que, una vez que compran la marca, switcheen a otra. Es casi una secta: una vez que uno se convierte resulta casi imposible salir. Son inovidables las imágenes que alrededor del mundo mostraron feligreses rindiendo un dolorido tributo tras la muerte de su profeta, Steve Jobs, el mejor publicista de la segunda mitad del siglo XX. También las postales donde compradores hacen fila fuera de sus locales, esperando bajo la lluvia para invertir ochocientos dólares en su nuevo iphone, no muy distinto al anterior.

Siempre nos quedará la duda sobre si los niveles de excelencia que el servicio al cliente de Apple muestra en todo el globo habrían podido desarrollar su potencial en Argentina. Pese a las promesas del actual gobierno la marca de la manzanita nunca abrió uno de sus ultramodernos locales en Buenos Aires. Hubiera sido interesante calibrar cómo la escasa vocación de servicio de la fuerza de trabajo de un plaís plebeyo se adaptaba a los protocolos de extrema amabilidad que exige la marca en sus empleados.

Esta dificultad en el acceso, fortalecida por el hecho de que las cadenas de electrodomésticos argentinas duplican el precio de los productos en el mercado internacional, contribuye a que el fetiche de Apple sea en Argentina todavía más fuerte. Mientras tanto, y sin dejar de fabricar aparatos hermosos, Apple tiene un comportamiento que deja flotando la pregunta acerca de si una marca que principalmente construye un estilo de vida tiene necesidad de llevar adelante prácticas corporativas que dejan mucho que desear. Y si merece los niveles de devoción y de fidelidad que le damos.

La manzana offshore

En 2017 Apple perdió un juicio contra la Unión Europea que lo obligó a devolver más de 15 mil millones de dólares (15.000.000.000) en términos de impuestos a la República de Irlanda, que para atraer inversiones extranjeras tiene una legislación que permite que las empresas de este rubro centralicen sus operaciones financieras y tributen muy poco. Esta operatoria es muy común en las grandes multinacionales, que por ejemplo centralizan ciertos rubros en sociedades fantasma domiciliadas en Luxemburgo, Lietchenstein o Andorra y así evitan resignar una parte de sus ganancias en manos del fisco.

Más allá de que estos mecanismos financieros de evasión evitan la construcción de hospitales, infraestructura y la ayuda social, podría decirse que su estatuto es legal. Los ministros de finanzas y de hacienda argentinos, Luis Caputo y Nicolás Dujovne, como así también Juan José Aranguren de la cartera de energía, todos ellos adeptos a las offshore y a la fuga de capitales, se amparan en este argumento para no dimitir de sus cargos. A diferencia de los funcionarios argentinos, Tim Cook, el CEO de Apple, declaró al ser interpelado en Washington que “Apple no tiene sociedades fantasmas en islas caribeñas”. Pero sí las tenía en una pequeña isla irlandesa llamada Jersey, ubicada en el canal de Inglaterra.

Más allá de los argumentos de Apple, la Unión Europea considera que aunque “legales”, este tipo de maniobras son fraudulentas. Por eso tras un juicio condenó a la corporación a pagarle a Irlanda lo que “legalmente” no le tenía que pagar. La cuestión se encuentra todavía en litigio. El gobierno irlandés estaba tan asustado de perder las inversiones y los consiguientes empleos que, en el juicio ante la corte suprema de justicia de la Unión Europea, está del lado de Apple.

Pero en el horizonte de Irlanda asoma otro riesgo: en esta disputa legal, que es también una disputa geopolítica, llegaron Trump y los Estados Unidos a pedir su tajada. Mientras la Unión Europea consideró que el poco impuesto pagado por la empresa identificada con Steve Jobs había perjudicado a su mercado común ya que una inmensa masa de ganancias casi no había tributado gracias a las excenciones irlandesas, los Estados Unidos consideran que como esos productos fueron inventados por ellos también deberían pagarles impuestos. En diciembre de 2017 Donald Trump preparó su regalo de navidad para la compañía: se dictaminó que las empresas estadounidenses, aunque instaladas offshore, deberían pagarle al fisco un 15,5% de sus ganancias. Al parecer, Apple desembolsaría 38 mil millones de dólares en este concepto. ¿Descontará eso de sus pagos a Irlanda? Y si lo hace, ¿qué actitud asumirá la Unión Europea?

Del “think different” al “back to slavery”

Las tropelías de la mejor empresa de tecnología del mundo no terminan ahí.

Este año, medios como Bloomberg News, The Guardian y otros informaron que una porción de los trabajadores chinos que se desempeñan ensamblando los iphones el gigante tecnológico de California por dos dólares la hora había sufrido intoxicaciones en base a químicos, en especial magnesio, por no tener la protección de guantes y de máscaras que requerían sus tareas. La estrategia de Apple es simple: delega responsabilidades en empresas chinas que contratan trabajadores estacionarios de origen rural, necesitados del bajo ingreso y poco proclives a la sindicalización o a la exigencia de las mínimas condiciones para desarrollar dignamente su labor. Luego, envía “misiones de control” a chequear sus “estándares” y eventualmente realiza algunos cambios menores, sin modificar sus políticas de empleo ni investigar a fondo.

La empresa subcontratada se llama Catcher Technology Co., y queda en la localidad de Suqian, a seis horas de Shanghai. Estas denuncias, que incluían desgarradores testimonios de trabajadores afectados por los químicos y por la insoportable cantidad de ruido a la que son sometidos en las líneas de montaje, se suman a las que en el año 2010 sufriera otra de las grandes ensambladoras de iphones, la también gigante Foxxcon, luego de que se produjera una ola de suicidios debida a la hiper-explotación y las malas condiciones de trabajo. Como respuesta a esta realidad, los cuadros dirigenciales de Foxxcon decidieron poner redes alrededor del predio fabril, con el objetivo de frustrar los intentos de los trabajadores por quitarse la vida. Ponele que le pusieron un poco de creatividad al asunto.

Foxxcon, la socia de Apple entre muchas otras empresas de tecnología, emplea a 1,3 millones de trabajadores. Sólo es superada por Walmart y por McDonald’s en el mundo. Sus fábricas tienen una seguridad mayor que la de un predio militar; su cultura empresaria es cruel y se basa en la premisa del castigo y disciplinamiento público, frente a los compañeros de empleo, de aquellos que se equivocan. Son pocos los seres humanos que resisten más de un año en sus fábricas, donde los turnos son de doce horas y cada trabajador, además de dormir hacinado en dormis localizados dentro de la fábrica, participa del ensamblaje de aproximadamente 1.700 iphones por día. Cuando los suicidios en Foxxcon tomaron relevancia pública mundial, la compañía de Cupertino realizó una de sus famosas auditorías y luego Steve Jobs dijo “ya pasó, lo superamos”. Sin embargo, en 2017 un investigador de The Guardian volvió a penetrar en la ciudad fabril y encontró las cosas iguales que antes. Uno de los trabajadores le confesó: “No mejoró nada desde que el caso salió en los medios. Para Foxxcon es natural que la gente se suicide, no les importa”.

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