- A ver... Hoy hablaré del éxito. En este país todo éxito acaba apuñalado por enemigos o aduladores. Si tiene éxito en cualquier cosa mejor que diga que está enfermo, así tal vez se lo perdonan. El filósofo escocés Adam Smith decía que el éxito económico de cualquier país depende básicamente de 3 cosas: el interés propio de su gente, su capacidad para competir y su respeto por el libre funcionamiento del mercado. Él decía que trabajamos no para contentar a los demás, sino por beneficio propio. Y es por este beneficio propio que un panadero, por ejemplo, consigue que todos nos beneficiamos del pan que hace y que vende. El hecho de mirar por uno mismo es la fuerza impulsora de la producción,según Adam Smith.
Y si sólo miran por ellos mismos, no estarán siempre compitiendo?
- Ya, pero Smith no ve la competencia como un hecho negativo, sino positivo, porque nos obliga a ser cada vez más eficientes y productivos.
¿Pero no dicen que los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres?
- Sí. Exacto. La competitividad conlleva necesariamente ganadores y perdedores. Éxito y fracaso. Y precisamente este es uno de los problemas de nuestra sociedad. Que hemos convertido el éxito y el fracaso en medidores objetivos, como si de este éxito o fracaso dependiera el valor de las personas.
Hombre, el cole ya nos enseñan a competir, quiero decir que... Sí, nos ponen notas. Y nos etiquetan constantemente si somos tontos, si somos listos... ¿Por qué no lo hacemos al revés? ¿Por qué no somos los alumnos que ponemos nota a los profesores?
Ya. Pero Adam Smith no creía que la educación debiera regir por los mismos principios que rigen el funcionamiento de la economía. Él creía que la educación, la escuela, puede enriquecer de una manera tan importante un país como su dinero.