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Entrevista a Valdano [extractos]

Comentario: Como fenómeno de masas hay congruencias entre lo que pasa en el mundo del fútbol y el running, o incluso ultra

Un intelectual que diga que el fútbol no merece atención, ¿entendió el fútbol?

Es lo mismo que decir que la emoción no merece atención. De todas formas, es muy difícil alcanzar el fútbol desde la razón, y hay intelectuales que parecen alérgicos a la pasión. También hay otro tipo de desconfianza que me parece legítima, es la que se le tiene a la masa. Eso supongo que para un hombre de letras puede llegar a ser irritante, porque le resulta muy difícil conectar con ese individuo, confundido en la multitud y que parece moverse como en un enjambre.

Hubo un desprecio sostenido desde algunos intelectuales por el fútbol. ¿Hoy es menor?

Sí. Ha cambiado de una manera notable. Incluso aquellos intelectuales que parecen más reacios al análisis futbolístico han intentado acercarse desde lo social a un fenómeno tan movilizador, que además representa tan bien a este tiempo. Hay pocas metáforas tan claras de la globalización como el fútbol, que refleja todo lo bueno y todo lo malo de este tiempo. Lo bueno es la universalización, su enorme capacidad para conectar con millones de personas. En los mundiales se ve a millones de personas en un país, lo que parece una enorme invasión pacífica y, sin embargo, cada uno con su ropa folclórica. Ahí está lo local y lo global unidos de una manera muy potente. Entre los defectos, la acumulación de riqueza en unos pocos clubes, en unos pocos jugadores, en unos pocos países.

¿Llegaremos a ver el fútbol como un Super Bowl, donde el deporte queda en un relegado a un segundo plano detrás del show?

A esta altura no me animo a decir que no. Aunque se trate, como dice Javier Marías, de un espectáculo salvaje y sentimental, cada día hay más intrusos que pretenden darle colorido a un espectáculo que desde su condición de primitivo alcanza unos niveles de impacto extraordinarios. Me animo a decir que el fútbol es todo lo contrario a la tecnología, pero ya estoy rendido; es una batalla perdida, la tecnología va a terminar invadiendo la fluidez del juego hasta deformarlo. Pues que intervengan en el descanso de un partido me parece lo menos grave de todo.

¿Qué pensás de las innovaciones que propuso Marco van Basten a las reglas del fútbol?

Algunas de ellas son interesantes y otras extravagantes: quitar el fuera de juego es inventar un fútbol totalmente nuevo. No sé por qué hacer la revolución al juego que tiene más éxito en el mundo entero. Me desconcierta más que la propuesta la haga un jugador. La última gran medida que se tomó en el fútbol atacó al aburrimiento y llegó en el Mundial 90, en donde los defensores le daban la pelota a los arqueros, los arqueros la agarraban con la mano, la tenían diez segundos, se la daban a un defensor, se la devolvían al arquero, éste la tenía diez segundos. Se decidió que el arquero, si recibía la pelota, sólo la podía jugar con los pies. Eso dinamizó increíblemente el juego y los primeros que se aprovecharon fueron los talentos superiores como Cruyff, que eligieron poner de portero a un jugador antes que a un arquero. Parecía una imprudencia, como en tantas cosas resultó ser un pionero.

Juan Manuel Lillo [ayudante de Sampaoli en Sevilla y referente de Pep Guardiola] dijo que hoy se corre más, pero no se corre mejor.

Di Stéfano decía que al fútbol se juega, no se corre. Lillo tiene razón. Si nos ponemos a medir, yo en el '86, habiendo corrido mucho, no habré corrido más de ocho kilómetros. Hoy un jugador que corre menos de once parece que traiciona a la patria. Son otros los elementos estadísticos que terminan pesando para que definamos un partido como bueno o malo. En esa confusión han entrado también los medios de comunicación. Muchas veces, para presumir de la tecnología en la que han invertido muchísimo dinero, terminan dando datos que son intrascendentes para medir la eficacia y la belleza del juego, que también es un elemento que importa.

En tu libro Fútbol: el juego infinito sostenés que la televisión tuvo que ver en esta demanda de jugar más rápido.

Nos hemos acostumbrado a ver resúmenes de partidos que lógicamente son entretenidos, porque nos ponen ante las jugadas más impactantes, y la sensación es que ponernos a ver un partido de noventa minutos nos resulta hasta tedioso. Es lo mismo que nos ocurre cuando buscamos información en las redes, que vamos pasando de titular en titular y luego cuando nos queremos meter en un libro de 300 páginas tenemos auténticos problemas de concentración. Creo que la intensidad y la velocidad han alcanzado un prestigio excesivo, están claramente sobrevaluados.

¿Cómo es caerse en un helicóptero? [En 2006 sufrió un accidente en México] ¿El incendio del avión en el que volvías de Moscú con Real Madrid fue anterior? ¿Fue tu experiencia más cercana a la muerte?

Digamos que si fuera un gato me quedarían dos o tres vidas. Pero seamos ingleses, no hablemos ni de dinero ni de salud [ríe].

¿Sentiste alguna vez que debías esconder tu gusto por la lectura?

No, pero sí tuve entrenadores que te recomendaban no leer. El mismo Carlos Bilardo en el Mundial del 86 consideraba que la lectura era una distracción, que había que poner foco en el objetivo y que el tamaño del desafío merecía una obsesión. Yo creía que la obsesión era mi enemigo, y ese enemigo requería de una distracción. Lo pienso todavía ahora. Yo no soy entrenador porque soy muy poco obsesivo, me da miedo la obsesión. La vida me parece muy rica para dedicársela exclusivamente al fútbol.