ramoneando

Decencias de la calle

Cuánta decencia en los ladrones de esta ciudad. Así pensaba en la fila del lenti-pago, mientras esperaba para entregar esos papelitos con números que sirven para comprar cosas como decía el Felipe de Quino. Es la tarea cotidiana de dejar un montón de estos papeles para cuenta de que uno tiene derecho a la propia existencia: para justificar el consumo de luz, gas, y los inútiles y despreciables gastos administrativos y otros impuestos sumamente odiosos.

En el tiempo muerto de esa dulce espera de procesión, leía una columna del viejo y póstumo Barón Biza. Anexo a continuación como interludio las palabras de JBB:

En la edición francesa de las memorias de un famoso joyero hay anécdotas que vale la pena revivir. La joyería estaba en París y por ella desfilaban reyes y millonarios. Los vendedores llegaban con aires de grandes señores, en sus Delauney-Belleville manejados con choferes con guantes blancos.

Nuestro joyero viaja a San Sebastián para encontrarse con el rey Alfonso XII, que todos los años compra dos diamantes para su esposa. El joyero le lleva un par, espléndido, pero cuando el rey se entera del precio responde: "Sólo los nuevos ricos pueden permitírselo; nosotros, los reyes, somos los nuevos pobres de este mundo moderno".

Es mucho decir quién es el nuevo pobre o rico. Tampoco yo hago gala de nada. Al menos aspiro a no quedar enduedado como único currículum útil.

No es que 30 fajos de estos billetes abultados en un solo bolsillo valgan demasiado hoy, pero sí es cierto que los bancos ya no son los responsables de recibir nuestra plata. Ahora otros locales comerciales también aceptan lo que les querramos dar voluntariamente pero sin darnos un techo en días de lluvia, frío o calor excesivo. Tampoco es un problema que seamos blanco fácil de delincuentes de todo estilo: de cuello blanco, o de guantes sucios por tráfico de yerbas varias. El robo sistemático es un oficio que requiere poner atención a cuáles son los flancos débiles de las potenciales y actuales víctimas. Pero así y todo los del último orejón del tarro o no quieren aprovecharse de esta fila o todavía no se han dado cuenta.