Es gratificante y contagioso el entusiasmo de hacer de Elián. El guaso pinta, y arma videos y hace cosas con fotos, sube materiales a la web y hace contacto con gente por varias vías. Es genuinamente simpático y disfruta de hacer todo esto y más. La fluidez y rebalsamiento continuo de obras creativas no parece tener bloqueos. Y ahora el Elio presentó su libro Hábitat.
Hace toda esta variedad de cosas y busca no encasillarse: si me canso de hacer durante un tiempo lo mismo, haré otra cosa y no me quiero encerrar en una sola actividad como algo que me defina. No es una cita textual pero la idea es ir por la libertad de hacer arte, de buscar un camino a cada paso, y no hacer lo que dicta el público ni algún otro capricho cualquiera. Así pinta, así armó esta selección fotográfico-textual, y así presenta: con colores, con contundencia, y con la satisfacción de presentar otra obra en una joven y ya vasta trayectoria.
El libro es negro por todos los lados exteriores con apenas algunas líneas blancas minimalistas en los tres aristas monocromas: el lomo con las letras indicativas imprescindibles, un certificado de existencia isbn en la contratapa, y una raya irregular que está armada sobre una foto con la morfología de los techos de una ciudad x. Nota bene. El libro se libera en forma digital una semana después de la presentación. Basado en una licencia copyleft, y coherentemente con el trabajo de calle.
Curiosidad no menor. El autor decidió no ponerles rótulo a sus 143 fotos. Recorre calles de tantos lugares que uno pierde el rastro de nombres y de dónde pertenecen cada imagen del periodo 2013-2015. La explicación dada oralmente en la presentación iba algo así: no me quiero hacer el (voz nasal) “y esta foto de acá es cuando estuve en París, y esta otra de Bruselas”. Busco compartir una experiencia, donde el que agarre el libro haga su propia lectura, donde yo no tenga que contarle el detalle de todo lo que hay por detrás.
Evitar el snobismo es una precaución a la que Elián está siempre alerta. Y en ese sentido su explicación de por qué no hacer, en palabras de quien escribe, un registro documental fashion de street-art es un absoluto acierto. Más que recalcar lo que él conoce del mundo, abre el juego para que el lector-visor del texto, fotos, y de la ciudad en general despierte los ojos y la atención a lo que pasa en-vivo todo el tiempo, todos los días. Por ahí la gente espera abrir las páginas y encontrarse todo lleno de murales y que diga “ah, ese triángulo amarillo es de Elián”. Y que no sea así me parece buenísimo remata el protagonista de la tarde en el Caraffa.
Tampoco es cuestión de que el formato de papel sea exhaltado como una obra superior ante otras pasadas o futuras. Es ni más ni menos que una parte de una carrera y un recorrido personal donde se acentúa la horizontalidad: entre las obras y entre la gente que camina la calle, estos espacios desiertos que buscamos como lugar de encuentro y que a veces son miserables y otras veces no. La propuesta es conceptual. No es decir lo que en cada lugar funciona o caracteriza el espacio público. Es tratar nuestras ciudades desde la manera en que las habitamos. No viajando de una burbuja a la siguiente sino siendo parte de todo lo que rodeamos.
Este magnético artista cordobés, de Barrio Juniors, está conectado con los acontecimientos de las ciudades del mundo y con gente de toda variedad. Y comparte esa vivencia para multiplicarla. Esto pasa en la calle, y pasa también en el museo durante la presentación en la que todos preguntan, comentan y también aplauden las frases felices del autor. Elián termina charlando: siempre con naturalidad con el público, al igual que con manteros locales en la entrada, y con la misma soltura y sin idioma en común con un viejito canadiense en Montreal.
Marta Cooper hace el prólogo. Y esto es sólo el comienzo.