Tanto los felices como los desgraciados viven su alegría o su tragedia excluyendo a los demás. No les importan, no existen. La felicidad y la desgracia son estados de enajenación.
democracia. la dictadura de la burguesía
Una enfermedad no es sólo una enfermedad. La pobreza nunca es sólo la pobreza. La enfermedad y la pobreza, se dice, nunca vienen solas. Vienen acompañadas por un sinfín de dolores que no son únicamente físicos. Por supuesto, el padecimiento físico también cuenta: el sufrimiento y el hambre atacan el cuerpo. Pero también se ensañan con el ánimo y los pensamientos. [...] Entonces el ademán de la cura, la aplicación de un remedio, la caridad y la dádiva no significan tampoco una comprensión verdadera de la índole de la enfermedad y la pobreza. Son atisbos de una generosidad que no alcanza a desarrollarse por completo, actitudes mecánicas que sirven para el alivio de la culpa. [...] La enfermedad como la pobreza detonan a menudo el engaño y el autoengaño, la simulación y la mentira. Intento decir que a los enfermos y a los pobres les resulta difícil expresar lo que les pasa, ser "realistas" con su situación y no extorsionar. Y les cuesta tanto como les cuesta a quienes están sanos y no son pobres mirar con sinceridad a los otros, porque en sus miradas proyectan su propio miedo, el terror a perder la salud, la posición social en que se conservan.
– Guillermo Saccomanno