ramoneando

baile sincrónico en la intersección

Jamás escucho la letra de una canción. Salvo cuando la letra es muy impactante y se hace obvia con un estribillo como la canción de Cienfuegos que es alegre, calma y pegadiza: Ella de Pontevedra.

trago va trago viene
nunca se sabe ... si ha sido suficiente
nunca se sabe ... si es tarde o temprano

Es muy potente la idea de no saber nada sobre algo, sobretodo si se trata de alcohol y de noche. Hay otras cosas totalmente diferentes que merecen mucha mayor claridad.

En las calles de la ciudad por ejemplo, cualquiera sabe cómo caminar de un lado a otro. Pero guarda con las intersecciones. Eso ya es otro tanto. Los códigos del buen conductor y del buen pedestre están llenos de detalles que nadie lee.

Voy a la parada y después de esperar me subo a un ómnibus. Al poco tiempo sube un vendedor de chocolates brasileros. Baja en algún lugar, y yo bajo un poco más allá. Voy a la peluquería a dejarle a Lalo lo prometido. Vuelvo por el mismo camino y tomo otro número de ómnibus hacia un tercer punto.

Y vuelve a subir el mismo vendedor. Pero no en una parada sino en cualquier punto tomado al azar como quien elige jugando vendado a póngale la cola al burro, o atacando una piñata repleta de sabrosos dulces ricos para caries. La maniobra conjunta de chófer, vendedor ambulante y el tráfico fue un movimiento digno de tango para tres partes involucradas.

El ómnibus llegaba al cruce de dos avenidas y justo en el vértice y justo al doblar es que disminuye la velocidad, sin frenar, para permitir que el trabajador se anexe de un salto y colgando a este gran aparato en movimiento que es el vehículo, en el medio de estas calles anchas que, ya mencionado, se llaman avenidas. ¿El tráfico circulante? Pues espera, como siempre se hace ante los imponentes cacharros de metal de línea 20 roja o 601 amarillo, o tantos de variados números y colores.

Y uno se puede bien preguntar: ¿para la gente corriente hay algo de extraño, peligroso o ilegal en estos comportamientos aparentemente erráticos? No importa. Nada de esto es seguro. Nunca se sabe como dictaba cienfuegos. Al final por encima de las reglas de la ley, o del orden en el transporte; estuvo la bonhomía.