ramoneando

Películas aparentemente triviales

Bill & Ted: 1989

Entiendo que para algunos sea una mierda que una película especule con que se viaja en el tiempo y haya un millón de anacronismos. ¿Cómo irse hasta el viejo oeste sin siquiera escupir la cerveza? ¿Cómo llegar a la antigua grecia y no ver miles y miles de esclavos? ¿Cómo conocer a Genghis Khan y vivir para contarlo?

Pero no soy afecto a las críticas estériles. La película más desconocida de Bill & Ted (la del año 1989, no la del '91) da una idea optimista sobre el futuro de la juventud. En este caso hablan sobre dos músicos aparentemente inútiles que todavía están en el colegio. Nadie cree en ellos, ni siquiera ellos mismos. ¿Y por qué habrían de hacerlo? Nadie sabe de lo que son capaces. Y ese es un punto importante.

¿Quién sabía de antemano quiénes iban a ser Lennon-McCartney? ¿De qué condiciones nacieron? Norbert Elias da un puntapié hacia ese lado al retratar la vida de Mozart, y su gusto por los chistes de pedos y la relación con sus padres y la osadía de intentar abocarse de lleno a la música en una época anticipada y casi nada prometedora. Tampoco sabemos cómo sería el mundo hoy sin el destello de montones de otras figuras culturales-artístico-científicas que expanden sus luces -y oscuridades- hasta hoy. Nota: no todo es alegría y ligereza en la historia. Épocas negras, como en el siglo XX de las guerras mundiales, cultivaron libros como la existencialista ¿nihilista? La Naúsea.

Tampoco sabemos tanto, la mayoría de los mortales al menos, sobre cómo eran muchos personajes históricos en el detalle del día a día. Lo poco que sabemos muchas veces queda acartonado en frases como dicotomía histórica, revolución, y no sabemos lo que en realidad le calentaba a esa gente. Y necesitamos desacartonamiento. Estamos hartos de ver las mismas ideas y palabras repetidas en todos lados. La frescura también funciona cuando uno se sienta a la mesa con Sócrates, Billy The Kid, Juana de Arco, Beethoven, Abraham Lincoln y Freud y simplemente les dice que sean excelentes entre sí y se diviertan.

Y uno a veces especula sobre lo histórico. ¿Qué diría X si estuviera acá? Y no faltan las escenas como la de Woody Allen cuando cita a Marshal McLuhan para clarificar lo que dice, y el autor lo avala personalmente con el mayor argumento de autoridad.

Lo valioso es tal vez pensar que la ignorancia socrática tiene una presencia real cuando alguien realmente no sabe nada y es consciente de sus limitaciones. Lo curioso y extraño es que esto también implica un desconocimiento de los potenciales afirmativos.

Siempre habrá Manolitos que no entiendan el impacto de los Beatles. Pero igual está bueno que, seas o no un futuro gran artista, venga alguien del más allá (uno mismo, o bien otros) y te diga: Sos grosso, sabelo.